Vigilate!

Nada está más en boga en la Iglesia de nuestros tiempos como las jornadas, campañas o encuentros –prácticamente todas las semanas- cada uno con su lema o eslogan correspondiente. Sin entrar en la utilidad de dicha pastoral, merece la pena hacer mención de una expresión que, a la hora de elegir lema, se ha convertido en una de las preferidas: la referente al verbo soñar, tales como “soñemos juntos”, “construyamos sueños” y frases del estilo.

Ciertamente, el “modo Disney” tan de moda en el mundo, parece que se va contagiando en nuestras pastorales, tal vez por ese empeño de usar de lo emotivo, lo sentimental, frases con un significado vago e impreciso, pero que suenan bonito, que recuerdan a conmovedores discursos, como el famoso “I have a dream” de Martin Luther King…

Pero, ¿por qué soñar? Si anhelamos algo, ¿no es preferible hablar de esperanza, que es una virtud teologal? O una propuesta quizá mejor: en la Sagrada Escritura y en la tradición católica más bien es frecuente encontrar el concepto contrario: estar en vela.

Así lo hallamos en numerosos pasajes del Evangelio, donde el mismo Jesucristo nos amonesta a no entregarnos al sueño: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora” (Mt 24, 42; 25, 13), “Quedaos aquí y velad conmigo” (Mt 26, 38), “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mt 26, 41), “A todos os digo: velad” (Mc, 13, 37), “Bienaventurados … a quienes el Señor hallare velando” (Lc 12, 37). “Vigilate, vigilate…”

También en las cartas apostólicas se nos manda vigilar: “Velad, manteneos en fe” (1Cor 16, 13), “Por tanto, no durmamos como los demás” (1Tes 5,6); “Estad sobrios, velad” (1Pe 5, 8); o en Apocalipsis 16, 15: “Beatus qui vigilat” (“Bienaventurado el que vela”).

Sin embargo, a pesar de ser un tema recurrente en la Escritura, apenas se nos habla hoy de ello. No fue así en otro tiempo, cuando existía un constante recuerdo del valor de la vigilia y no sólo en sentido metafórico, de mantenerse alerta espiritualmente, sino también material. Pues el tiempo nocturno se ha considerado desde la antigüedad como período de frecuentes tentaciones y, por tanto, velar en oración es un arma poderosa contra el enemigo.

Esto lo vemos en los Padres de la Iglesia que, igualmente, hacían uso de esta advertencia, “Os ruego, pues, que despertéis ya y volváis los ojos al Sol de justicia. Nadie que esté dormido puede ver el sol” (San Juan Crisóstomo). De esta manera, comprobamos que con mucha frecuencia se ha tomado la imagen del sueño como algo negativo, de lo que tenemos que huir; mientras que se nos invita a estar despiertos y vigilar. Esto es evidente, ya que el sueño es símbolo de lo irreal, fantasmagórico y falso, lo diametralmente opuesto a lo que el alma de todo cristiano debe tender. El sueño, ya lo decía Aristóteles, nubla el intelecto (De anima, 3) y nos expone, por tanto, a recrear pesadillas y obscenidades en nuestra imaginación, siendo esto muchas veces causa de molestas tentaciones.

Esta idea aparece repetidas veces en los himnos litúrgicos, muchos de ellos compuestos por venerables monjes que rompían el sueño de la noche para acudir al coro a recitar salmos. El más conocido es el Himno de completas que rezamos todas las noches, el célebre Te lucis ante terminum. En la segunda estrofa leemos: Procul recedant somnia / et noctium phantasmata (Huyan lejos los sueños y los fantasmas nocturnos). Más elocuente es este otro, extraído del Cathemerinon de Prudencio († ca. 405):

 

Aufere – clamat- lectulos

ӕgros, soporos, desides;

castique, recti ac sobrii

vigilate; iam sum proximus »

 

(trad. propia : Dejad- clama- los lechos

enfermizos, aletargados, perezosos;

y velad castos, rectos y sobrios;

ya estoy próximo).

 

Los monjes antiguos tenían muy presentes estas tentaciones nocturnas que eran motivo de aflicción y de luchas internas. Esta preocupación por mantener el alma limpia durante el descanso nocturno, se ve reflejada abundantemente en muchos Himnos que la tradición nos ha dejado. Vemos, como ejemplo, una serie de estrofas de algunos de ellos, entresacados del Breviarium Gothicum:

 

Ya llega la hora del reposo,

 con él el limpio sosiego

se apoderará de nuestros agotados miembros

y nuestra mente estará vigilante en Cristo.

Te suplicamos, oh Dios,

 que apartes de nosotros cualquier desvergüenza

 y el veneno mortífero

 de la maligna serpiente originaria.

(Ad Completorium, Quieti tempus adest)

Te pedimos, oh Señor, que nos protejas

durante esta noche, que seas tú nuestro

reposo y nos concedas una noche tranquila.

 

Que no nos agobien las pesadillas

 y que no nos sorprenda el enemigo,

 que nuestra carne no ceda ante él

y nos haga culpables ante ti.

 

Que nuestros ojos se abandonen al sueño

 y nuestro corazón esté siempre vigilante,

que tu diestra proteja a los siervos que te aman.

 

Escúchanos tú que eres nuestro defensor,

 mantén a raya al tentador…

(Ad Completorium, Christe, qui lux est et dies)

Concédenos que esta sea una noche tranquila,

ahuyenta de nuestro lado al enemigo,

que la señal de la cruz derrote cualquier maldad.

Te pedimos, oh Cristo, que te quedes con nosotros

(Ad Completorium,  Lucis auctor clemens)

Ya está próximo el momento propicio

para el descanso; que se sosiegue nuestro cuerpo,

reguemos de lágrimas nuestro lecho,

limpiemos el jergón con nuestro llanto.

(Tempus sopori congruum)

 

Y finalmente este Himno Mozárabe (Cultor Dei Memento) que, con gran fervor reza así:

 

 

   Cuando, al llamarte el sueño,
vas a tu casto lecho,
haz que la señal de la cruz
marque tu frente y el lugar de tu corazón.

   La cruz repele toda falta,
de la cruz huyen las tinieblas,
un alma consagrada a tal signo
jamás va a la deriva.

   ¡Lejos de aquí, oh lejos,
engendros de erráticos sueños!
¡Lejos de aquí el impostor
de empecinada astucia!

   ¡Oh retorcida sierpe
que a través de mil meandros
y sinuosos engaños
desazonas los corazones tranquilos,

   Márchate, Cristo está aquí!
Aquí está Cristo, ¡esfúmate!
La señal que bien conoces
condena a tus hordas.

   Por más que el cuerpo agotado
yazga reclinado sólo un rato,
sin embargo en el sueño mismo
en Cristo estaremos pensando.

 

RM, carmelita ermitaña

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